El bloqueo ha reforzado las identidades nacionales, y el auge de los nacionalismos incluido. Muchos individuos han tenido que regresar a sus países de origen, y las restricciones fronterizas han reducido temporalmente el valor de los privilegios de movilidad tal y como ha ocurrido, por ejemplo, entre países de la UE. La pandemia de COVID-19 ha supuesto el primer gran golpe del sistema de movilidad postglobalización, por varios motivos. 

Sin embargo, por paradójico que parezca, las consecuencias de la pandemia acabarán por acelerar una tendencia ya existente antes del COVID-19: la de adquisición de segundas ciudadanías. El método con el que, desde hace unos años y más que nunca a partir de esta pandemia, las élites internacionales buscarán una burbuja de seguridad contra futuros acontecimientos de choque.

Revalorización de la ciudadanía

A comienzos del año 2020, con casi todos los países del globo cerrando sus fronteras en un intento de frenar la entrada del virus, oleadas de personas regresaron a sus países de origen. No se trataba sólo de vacaciones interrumpidas. Eran las vidas de estudiantes y de trabajadores en el extranjero, entre otros, trabadas por un virus desconocido.

En su mayor parte, todos ellos viajaban a estados a cuyo pasaporte decían que pertenecían. A su refugio seguro. Fue un recuerdo de la importancia que todavía tiene el concepto de ciudadanía.

Qué decir de los individuos más acaudalados de esas sociedades, que llevaban años disfrutando de importantes privilegios de movilidad global. Para ellos, incluso la procedencia del pasaporte tenía poca importancia siempre que fuese acompañado de una cartera digna del porcentaje más rico de la población. Pero todo cambió con el COVID-19.

Caso del pasaporte de EEUU

El caso más paradigmático de este cambio de escenario ha sido el de los ciudadanos de EEUU. Ellos, acostumbrados a viajar por el mundo sin obstáculos, sólo fueron bienvenidos durante algunos meses de 2020 y parte de 2021 en un puñado de estados. He ahí el espectáculo de un grupo de estadounidenses, poco acostumbrados a que se les niegue la entrada en un país, que fueron rechazados en Cerdeña tras llegar en su jet privado. Fue un claro ejemplo del cambio.

A medida que el COVID-19 se extendía, casi todos los estados permitían la entrada de sus ciudadanos al mismo tiempo que reprimían, casi por completo, la entrada de los demás. Incluso de ciudadanos de EEUU.

Por razones como ésta el COVID-19 está haciendo que la gente sienta su ciudadanía más que antes.

No se trata solo de una forma de viajar más libremente, como puede ser el caso de Schmidt. Muchos consideran la posibilidad de obtener una ciudadanía adicional como una especie de seguro médico contra futuras pandemias.

La incidencia del COVID-19 en Malta ha sido relativamente baja y Nueva Zelanda ha gestionado muy bien la pandemia. Ahora, ambos países se han convertido en destinos predilectos para aquellos que buscan una segunda nacionalidad por temor a nuevas pandemias. Y claro: tanto Nueva Zelanda como Malta, cuentan con una vía de acceso a su ciudadanía, específica para inversores.

No cabe duda de que dicha opción de acceso a la ciudadanía por inversión está restringida a los muy ricos, pero los mortales también tienen sus vías para acceder a este privilegio. Véase: la ciudadanía por ascendencia, residencia, matrimonio, u otros factores de elegibilidad. Y no cabe duda de que cada vez hay más razones para buscarla. El problema es que estas vías no son conocidas por una amplia mayoría de personas.

Interés de los Estados en la doble ciudadanía

Por su parte, los Estados no tienen ningún incentivo por reprimir la ciudadanía o residencia instrumentalizada. Más bien todo lo contrario. Antes del COVID-19, los procesos de Golden Visa ya estaban muy avanzados en un gran número de Estados. Ahora, no hay indicios de que esta aceptación vaya a invertirse.

El número de personas que disfrutaban de una vida globalizada acabarán por retomar esa vida tarde o temprano. Cuando la distribución de vacunas sea total, las restricciones de viaje se suavizarán, y regresará la movilidad interestatal. Pero tras ello y debido a la pandemia que dejaremos atrás, la ciudadanía mantendrá una gran relevancia en su concepción tradicional, ya no solo como un mero atributo personal. Y cada vez más personas adquirirán ciudadanías adicionales para proteger sus privilegios globales en la era post-COVID-19. Se viene el resurgir de las nacionalidades.

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