A finales de 2025, los países del espacio Schengen serán testigos de la entrada en vigor del nuevo Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes. ETIAS, como también se le conoce por sus siglas en inglés, es el método electrónico para la autorización de viajes con el que la UE da un paso ya completado por países como EEUU, Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda, o Australia. Con él, los viajeros de países extranjeros que no necesiten visado podrán entrar al espacio Schengen con solo un pequeño trámite por internet.
La utilización del ETIAS, que será obligatoria a finales de 2025, supone otro paso en la evolución e integración de la política migratoria de la UE. En cierto modo, es el síntoma de una mayor cohesión en un continente que, 150 años atrás, parecía más cerca de desintegrarse a base de guerras que de la integración.
En este artículo intentaremos repasar todo ese camino histórico que lleva al ETIAS. El relato de cómo es posible que, en cuestión de no muchos años, países que se encontraban luchando entre sí cuenten ahora con métodos comunes para regular sus fronteras.
Antecedentes: la primera guerra mundial
No hace falta irse muy lejos para encontrar una situación antagónica a la actual. Allá por la década de 1870, el Viejo Continente era un espacio plagado de rencillas atávicas, de un nacionalismo y un chauvinismo exacerbado. Precisamente, ese caldo de cultivo, sumado a la concatenación de constantes conflictos entre los estados europeos, fue lo que llevó al estallido de la Primera Guerra Mundial.
Se estima que las víctimas mortales de la Gran Guerra fueron entre 40 y 60 millones. Y ahí, sobre las cenizas del conflicto más terrible que había visto la humanidad, aparecieron los primeros visionarios que propusieron una especie de comunidad paneuropea. Se suele decir que el primero fue Richard Coudenhove-Kalergi, un político austriaco que publicó el manifiesto titulado como Pan-Europa, germen de la Unión Internacional Paneuropea. A él lo siguieron Gustave Stresemann y Aristide Briand, responsables de los Acuerdos de Locarno.
Sin embargo, todo fue en vano. Llegó la Segunda Guerra Mundial, la más sangrienta de todas con sus 80 millones de víctimas mortales, nacida en el corazón de Europa. Y tras ella, ahí sí, apareció el punto de inflexión.
De la ceca al tratado de roma
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba sumida en la devastación. Exiliados y emigrantes del sur —España, Grecia, Francia— comenzaban a marchar hacia el norte rico. EEUU y la Unión Soviética emergían como las nuevas potencias globales. Y bajo ese contexto, el ministro francés de asuntos exteriores, Robert Schuman, retomó el testigo de Kalergi, Stresemann y Briand. Lo hizo con la crucial Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950.
En esa fecha, ahora conmemorada como Día de Europa, Schuman propuso la creación de una unión entre Francia y Alemania para la producción de acero y carbón, materiales clave para la industria armamentística. El plan era abrirse a más países y al libre movimiento de bienes, capital y personas; aumentando así los intereses económicos comunes entre países europeos y disminuyendo, pues, las probabilidades de guerra.
En 1951, el plan que se inició con la Declaración Schuman se materializó. Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo se unieron bajo la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero), primera unión paneuropea. La confirmación del éxito llega en 1957, con la firma de los Tratados de Roma. Se crea la CEE (Comunidad Económica Europea) y los seis países fundadores marcan la meta de lograr un “mercado común”. De bienes y de capitales, claro. Pero también de personas. Ahí está el germen del ETIAS.
Libre movimiento de trabajadores: Ley Bosman
El acuerdo de la CECA había otorgado el derecho a la libre circulación para los trabajadores del carbón y el acero por los países de la comunidad, pero el Tratado de Roma amplió ese derecho. El objetivo, a doce años vista, era la implementación de la libertad de movimientos de los trabajadores dentro de los países de la CEE. Su consecución se alcanzó antes del tiempo marcado: el 8 de noviembre de 1968, cuando la regulación 1612/68 de la CEE entró en vigor.
Desde ese momento fundacional de la unidad entre europeos, cualquier ciudadano de la CEE podía trabajar en otro país miembro bajo las mismas condiciones que un nacional de dicho estado. Las fronteras comenzaban a diluirse.
El ejemplo más paradigmático de este logro quizás haya sido el Caso Bosman. Jean-Marc Bosman era en los 90 un jugador de fútbol del Liga Belga que, tras acabar contrato, se negó a que el Liga Belga reclamase un pago al Dunkerke de la Liga Francesa, club al que se quería marchar. La justicia acabó por darle la razón y se obligó a que las federaciones deportivas también tuviesen que cumplir con la normativa laboral comunitaria. Un equipo podía contar con tantos jugadores comunitarios como quisiera.
Con el Caso Bosman, una de las últimas fronteras dentro de la UE para los trabajadores desaparecía, incluso en el deporte.
Espacio Schengen
Por aquel entonces, en plenos años 90, el Acuerdo de Schengen ya se había firmado. Iniciado por cinco países con fronteras comunes —Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos—, el objetivo del Acuerdo de Schengen fue acabar con las fronteras dentro de la propia Unión Europea, tanto para nacionales como para extranjeros. Esas líneas que tanta sangre habían provocado, por las que se había luchado durante los últimos cien años, comenzaban a desaparecer.
Otros estados europeos se fueron uniendo progresivamente al Acuerdo de Schengen, incluso algunos que no formaban parte de la Unión Europea. Italia, en 1990; España y Portugal, en 1991; Grecia, en 1992; Austria, en 1995; y Noruega, Dinamarca, Islandia, Finlandia y Suecia, en 1996. Ya en el siglo XXI, se unieron a Schengen la República Checa, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, Malta, Polonia, Eslovenia y Eslovaquia. Por su parte, Bulgaria, Chipre, Rumanía y Croacia están pendientes, hoy en día, de una futura incorporación obligada cuando la UE lo considere apto.
Con Schengen, cualquier persona, extranjera o no, puede circular por todo su espacio sin necesidad de presentar pasaporte o similar en la frontera. Ahora, como forma de avanzar en esa integración, el ETIAS creará un nuevo requisito común para viajar a los países del espacio Schengen.
ETIAS y las probabilidades de refundación
Desde años atrás, los países del espacio Schengen contaban con una lista de países que no necesitaban de visa para entrar a ellos. Que un estado forme o no parte de este grupo depende de varios factores, como la estabilidad o poderío político y social —caso de EEUU, Canadá, o Japón—, de su cercanía geográfica con la UE —Gran Bretaña—, o de sus lazos culturales. Sin ir más lejos, quince países del ámbito iberoamericano forman parte de dicho grupo.
Ahora, lo que se establece con ETIAS, es un trámite previo para los viajeros de dichos países, que tendrán que solicitar por internet su autorización para viajar a Schengen. Así, este nuevo sistema electrónico para la autorización de viajes formará parte de los requisitos para viajar a España —y a todos los países Schengen—, siempre que se sea ciudadano del grupo de países que entran en el programa de exención de visa.
El objetivo del ETIAS es reforzar la inviolabilidad de las fronteras del espacio Schengen, permitiendo a la vez que los ciudadanos de países que forman parte del programa de exención de visa no tengan que sufrir dicho aumento de la seguridad. También supone un nuevo paso en la integración de las políticas de un territorio que hasta hace no mucho, menos de un siglo, seguía sumido en las guerras internas.
Ahora, queda por ver si la nueva oleada de partidos de extrema derecha que ha tomado el contexto político europeo no acaba por minar la evolución de los últimos 150 años, obligando a reforzar fronteras que ya parecían cerradas. Porque, ya se sabe, pese al éxito que supone el ETIAS, cualquier evolución es siempre susceptible de provocar un paso atrás.
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